sábado, 10 de junio de 2017

Fábulas y cuentos de media noche #3: El milagro de la cabaña.


El milagro de la cabaña

    Abrí los ojos y lo primero que pude distinguir fue la oscuridad de la noche. Luego me di cuenta que no estaba en  casa, no conocía ese lugar. Desorientado, solo y confundido, me levanté y exploré un poco alrededor. 

     Llegué a la puerta principal y salí: un aroma fresco y natural me envolvió. Estaba en un bosque y el lugar donde había despertado era una cabaña completamente nueva.

     Volví a la puerta y, parado bajo el marco, grité fuerte "¡Hola! ¿Hay alguien ahí?"... Nadie contestó, nada se movió; ni siquiera había viento que sonara entre los árboles. Era como si el tiempo se hubiera detenido. Más confundido aún, decidí entrar de nuevo y esperar el amanecer.


     Pasaron horas, o al menos así lo sentía, pero el sol no salía.

     Sin pensarlo realmente mucho y lleno de preguntas, salí de la cabaña a explorar un poco el bosque. Por alguna razón, a pesar de estar oscuro y silencioso, no tenía miedo. 

     Mientras caminaba, a lo lejos, pude ver una pequeña luz, o al menos eso parecía. No podía distinguirla bien, era solo un pequeño punto blanco entre las ramas. Decidí caminar hacia allá y explorar. 

     Conforme caminaba los sonidos comenzaron a emerger. Escuché mis pasos pisando ramas y hojas secas, también un poco de aire correr entre las ramas. Sentí una ligera brisa en mi rostro y escuche el pequeño merodear de animales entre las hojas secas.

      De pronto escuché una voz que murmuró muy cerca: "No vayas hacia allá". Busqué alrededor a quién lo dijo, pero no pude ver nada. "Vuelve por favor", siguió insistiendo la voz.
        Le ignoré pensando que era una alucinación por el cansancio y seguí caminando. Mi curiosidad hacia esa luz aumentaba con cada paso.

     De pronto un fuerte aire comenzó a soplar a mi alrededor, luego escuché un gran aleteo acercándose. Confundido, me agaché y protegí mi rostro con mis brazos hasta que todo se detuvo de repente. Cuando bajé mis brazos vi a un enorme colibrí de casi el doble de mi tamaño parado frente a mi, mirándome fijamente.

       - No te permitiré pasar – Me dijo firme y directo a los ojos.
       - Solo quiero saber que hay allá - Señalé neciamente
     - Nada que debas ver por ahora. - Dijo en un suspiro - En su momento, si nos encontramos de nuevo, prometo que te permitiré pasar. Por ahora, por favor, vuelve.

     Extendió su ala izquierda y me empujo de tal forma que di una vuelta de 180 grados, dándole la espalda.

    - ¡Regresa a la cabaña! - Ordenó mientras me empujaba con el pico.

     En ese momento vi a mi izquierda un oso que corría feliz directo hacia donde yo quería ir. Al ver que pasaba libremente me voltee de nuevo, molesto, hacia el colibrí para cuestionarle. Antes de siquiera abrir la boca, él contestó: "Es su momento, por favor, tu vuelve". Y con el mismo movimiento de ala de antes me giró de nuevo.

       Muy confundido, sin saber que decir y resignado, comencé a caminar de regreso.

   Sentí un poco de frustración viendo como muchos animales: conejos, zorros, ratones e incluso aves, sin notar mi presencia, pasaban a mi lado muy alegres. La confusión y mi curiosidad aumentaban con cada paso que yo daba de regreso a la cabaña. Quería volver, correr hacia esa pequeña luz con el resto de los animales, pero el colibrí me lo impediría, escuchaba un brinco de él por cada paso que daba yo, estaba justo detrás.

    Pensé en burlarlo: iba a brincar hacia un lado para perderme entre los arbustos y luego correr a toda velocidad hacia esa luz.

     Me preparé para dar la primera zancada cuando un viento helado sopló una frase en mi oído: "Por favor no me dejes, regresa". Me detuve en seco y por sobre mi hombro hablé con el ave detrás de mi.

    - Esa es la voz de mi hija - dije asustado - ¿dónde está?
    - Ella está bien - contestó sonriendo - sigue caminando y tú también lo estarás.

    Traté de relajarme un poco y seguí caminando, haciendo caso al colibrí, que después de todo el parecía saber lo que estaba pasando.

     Un ventarrón sopló más fuerte sobre mi: "¡Por favor no te vayas!" - escuché de nuevo la voz de mi hija, desesperada, llorando.

    - ¡Aquí estoy! ¡Estoy bien, hija! – grité a mi alrededor desesperado con la esperanza que me escuchase - ¡Voy a encontrarte! - comencé a llorar mirando al ave.
    - Estarán bien, ella y tú, solo sigue caminando por favor.

     Desesperado seguí caminando mientras veía a los animales pasar alrededor mío hacia el punto de luz. No entendía nada, nunca había visto tantos animales de tan distintas especies, incluso predadores correr a lado de sus presas, en equipo. Se les veía felices y sin preocupaciones: Ratones montados en serpientes, conejos brincoteando y jugando con pumas.

     - ¿Dónde estamos? ¿Cuál es tu nombre, colibrí? ¿Qué está pasando?
    - Hemos llegado, entra por favor - contestó, ignorando todas mis preguntas.

      En cuanto entré la puerta se azotó detrás de mi y de nuevo el silencio fue absoluto a excepción de un pequeño sonido como de una máquina, un ligero "beep - beep" que sonaba a lo lejos en pequeños intervalos.

      Voltee a mi alrededor buscando la fuente de ese sonido, incluso intenté abrir la puerta para salir de nuevo, pero no pude. Poniendo más atención a mi alrededor pude ver en el marco de una de las puertas que uno de los cuartos tenía una fuerte luz blanca prendida por dentro. No lo dudé dos veces y corrí a abrirla.

     Quedé cegado ante la intensa luz, pero cuando pude abrir los ojos vi a mi hija llorando abrazando a una persona diciéndole "por favor no te vayas", entonces distinguí que esa persona era yo inconsciente sobre una cama en un hospital.

      Los pequeños "beep" que se escuchaban se convirtieron en uno largo. En ese momento unos doctores luchaban con mi hija para quitarme de sus brazos mientras otros me cubrían con una sábana blanca.

Desesperado grité, golpeé el pecho de mi cuerpo sobre la cama y salté sobre él.

     Sin saber cómo, caí dentro de mí y antes de que me cubrieran por completo pude abrir los ojos y suspirar el nombre de mi hija.

     Desde entonces no recuerdo nada de lo que pasó antes de llegar a la cabaña. Solo sé que hoy estoy con mi hija, a su lado, sano y salvo.

     Cuando pude le conté a mi pequeña hija lo que me había sucedido, ella, feliz de tenerme a su lado, bautizó mi historia como "El milagro en la cabaña" y nombró al colibrí “Remiel”.

  
     - Y ahora hoy, cincuenta años después y luego de disfrutar muchos momentos a lado de mi pequeña gracias a ti, nos vemos de nuevo, Remiel. Ahora la cabaña es vieja y la luz tan grande que puedo ver con claridad el bosque entero a pesar de mi ceguera. Ahora entiendo que éste es mi momento y supongo que esta vez no impedirás que vaya hacia esa dirección, ¿verdad?
     - Así es
     - Me da gusto saberlo, pero ¿quieres saber algo gracioso? Mi cuerpo ahora es viejo y débil, a duras penas puedo caminar y me temo que tendré que quedarme en esta vieja cabaña llena de recuerdos.

     - Te prometí que podrías ir, no permitiré que te quedes en este bosque donde las almas sufren. ¿Qué te parece si subes a mi espalda, volamos juntos hacia ella y hacemos de éste nuestro momento?

FIN
   
NOTA: La autoría de esta historia y todas las que se publican en este blog pertenecen al escritor "Amorosa" o "Antonio Orosa". Cualquier reproducción parcial o total de las obras aquí expuestas sin permiso del autor están completamente prohibidas por leyes y derechos de copyright,

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